Desesperar

Escucho el ‘’tick tack’’ del reloj: ‘’tick tack, tick tack’’ resonando en mi cabeza, torturándome, volviéndome loca, como siempre, el tiempo se pone en tu contra, cuando más lento necesitas que pase más rápido lo hace, como si corriera en un maratón.

Corro… corro con todas mis fuerzas, todo lo rápido que mis cortas piernas me permiten, lucho contra el tiempo y la nieve; siento como si las hojas de afilados cuchillos cortaran mi piel a causa del viento helado chocando contra mi cara desprotegida, queriendo arrebatarme mi bufanda, yo me aferro más a ella junto con mi abrigo, mi cabello está hecho un desastre gracias al viento y la nieve.

Y se preguntarán ¿Cómo termine aquí?

Fácil: Una llamada telefónica.

Respondí desconcertada por la hora, era un anónimo. Escuche con atención el mensaje, conforme iba escuchando mis ojos se abrían como platos, sentí un tremendo golpe en el pecho, al escuchar su voz me congele, el teléfono se resbaló de mis manos y dio a dar al suelo con un golpe sordo.

Sin pensarlo dos veces, tome mi abrigo y la bufanda que estaban junto a la puerta y salí precipitadamente, sin importarme el exponerme afuera… sin importarme los gritos de mis padres… sin importarme siquiera que se avecinaba una tormenta y podía pescar una neumonía.

No me importaba nada en estos momentos, podría dar mi vida entera ahora mismo si fuera necesario.

Corro por las abarrotadas calles repletas de adornos navideños, luces de colores, y esos estúpidos canticos que cantaban cada año en esta víspera del año, que ahora no parecen más que asquearme. La gente camina en grupos para conservar su calor y se apresura a entrar a los establecimientos para refugiarse, al verme pasar se apartan mirándome con cara de ‘’¿Qué tiene esta demente?’’.

Ellos no lo entienden, jamás lo entenderán, una vida puede depender de que llegue a tiempo o no y esto es su culpa, solo ellos tienen la maldita culpa de esto. Ellos y su maldita sociedad perfecta que si no cumples con sus requisitos… con sus normas, te hacen sentir una mierda… escoria de la vida. Cuando en realidad ellos son la única y verdadera escoria más asquerosa de este estúpido mundo gobernado por gente irreverente.

El tiempo corre, la arena del reloj cae cada vez más rápido, cada segundo que pasa es indispensable. Siento que no llegare a tiempo… No lo lograre.

La nieve se vuelve cada vez más espesa, comienza a atrapar mis pies poco a poco, caigo en la desesperación. ¡Tengo que llegar, tengo que hacerlo! Intento correr sin detenerme, hago un esfuerzo sobre humano para lograrlo, no puedo más, tropiezo, caigo de boca. Me levanto como puedo y sigo luchando con la nieve, la tormenta comienza a hacer su aparición, mi cara esta roja por la caída.

Comienzo a toser, el pecho me duele horriblemente, pero no es nada a comparación del dolo que sé que ha de estar pasando él.

No sé cómo lo hago, pero lo hago. Me detengo un momento para agarrar aire en mis pulmones, un grave error; me cubro la boca y la nariz y llevo la mano a mi cuello, siento como si me acuchillaran por dentro. Trato de reponerme cómo puedo.

La tos no me deja. Levanto la mirada, justo en frente lo veo: mi destino.

Sin importarme nada de nuevo, salgo corriendo y entro sin llamar, dentro esta su madre, llorando como desesperada, al verme se lanza a mis brazos y continua sollozando.

El pánico me inunda, pienso lo peor. Un escalofrío me recorre por todo el cuerpo, siento como se va la sangre de mi rostro, y es entonces cuando se… que no lo logre… No llegue a tiempo… todo es mi culpa… mi maldita culpa.
Siento como mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Respiro profundamente, no debo de hacerlo, no ahora, no con ella.

-En… en su… habitación… espejo.. ventana..-fue lo que salió de los labios de la mujer al soltarme.

Entonces una pequeña pisca de esperanza llego a mí, me aparto rápidamente y me dirijo a su habitación por aquel camino que conocía ya como la palma de mi mano.

Dentro es un desastre, camino lentamente con miedo a lo que me pueda encontrar. Papeles, libros, carpetas… cuadros destrozados, el espejo hecho añicos esparcidos por todas partes y entonces… manchas oscuras en la alfombra y en el tapiz comienzan a hacer un camino.

Las sigo con cautela, llevan a un pequeño balcón, la ventana está abierta de par en par, una parte destrozada con un golpe seguida de manchas cada vez más tenues… color carmesí. Entonces lo comprendo.

Salgo por la ventada de un brinco, así como lo debió haber hecho él, caigo y me doblo el tobillo, quiero gritar pero lo retengo, no es fractura, lo sé.

Me arrastro como puedo para levantarme, el tobillo me está matando. Entonces lo veo, ahí está él, tirado en el suelo, expuesto a la tormenta, en un charco color carmesí… Sangre que corre de su cuerpo y cae en la nieve destacando drásticamente su color rojizo sobre la blanca y pureza de esta…  

Corro hacía él, no puedo contener más las lágrimas y escapan sin mi permiso. Ya no importa. No está muerto… lo sé, lo siento muy dentro de mí.

Y entonces… lo veo moverse, con la hoja de aquel instrumento que sostiene en su mano temblorosa, apuntando hacia su muñeca.

Grito su nombre, lo más fuerte que puedo. ¡NO! Corro y me lanzo a él, lo abrazo con todas mis fuerzas, y paso mi abrigo sobre él, siento como el viento trata de vengarse de mí y me helada hasta los huesos, pero no me importa.

Él trata de articular un  “s-sueltame” pero ni de eso es capaz.

-No lo haré.. –le digo, tratando de contener un sollozo.

Su mano sigue temblando, trata de liberarse de mí, entonces la sostengo con miedo de lastimarlo aún más, y sin saber cómo rayos lo hago, con un movimiento rápido hago que lo suelte, cae al suelo y se pierde en los metros de nieve que hay debajo de nosotros.

Sin siquiera importarme, arranco un trozo de tela de mi blusa, lista para pelear con él, más sin embargo, él no se resiste y la utilizo para detener rápidamente la hemorragia.

-¿Por qué..? –preguntó débilmente.

-Porque… -hasta yo misma me lo pregunto. “¿Por qué?”  Es buena la cuestión.

-Lo sabía… -lo miro son comprender, entonces él trata de apartarme- Déjame solo...  ¿Por qué no me dejas morir en paz? ¿Qué no entiendes que yo… no…?

Mis ojos comienzan a inundarse de nuevo, no puedo. No.

-Yo... te quiero…

-No mientas –dice sin mirarme- Me quieres muerto, como todos los demás…

-Eso no es cierto... Me importas… demasiado.

-Yo no le importo a nadie, así que... ¿Por qué me deberían de importar los demás a mí? El mundo es una mierda. Deberías dejarme… ¡Déjame! ¡Déjame pudrirme con mi maldita soledad, déjame… ya no quiero estar aquí…! Es… es… asqueroso… repugnante.

Yo solo niego con la cabeza, no puedo resistir que siga diciendo esas cosas.

-Detente..

-¡¿Por qué debería de hacerlo?! –levanta la voz, se comienza a alterar, ahora el miedo comienza a inundarme.- ¡Mi padre es un alcohólico, mi vida está hecha un asco, todos los que están a mi alrededor me abandonan, me traicionan! ¡Acuchillan por la espalda! ¿Sabes lo que es eso? ¿Sabes lo que es estar siempre solo?

Mis labios están sellados, no soy capaz de articular ni una sola palabra. Él interpreta mi silencio.

-¡¿Lo vez?!

Respiro profundo…

-P-piensa en tu madre… -Lo tomo desprevenido, sin duda.- Ella sufre por ti… -“Yo sufro por ti.”

-Ella que ha de saber…

Lo observo detenidamente, entonces bajo la mirada, no sé qué más decir. Sin esperármelo, me empuja, haciéndome caer en lo que él se levanta y salir huyendo, me levanto como puedo y justo cuando lo veo tomar uno de los cristales de la venta, corro y lo empujo ahora yo a él asiendo que ambos caigamos.

-¡Para ya! –grito.

-¿Por qué debería de hacerlo? –ahora lo veo… la razón por la que no me miraba a los ojos, la vergüenza y el dolor mezclados juntos en su mirada, sus ojos me observan, nuestros rostros están cubiertos en lágrimas, ya no podemos ocultarlo. Somos débiles.

Desvió la mirada, no soy capaz de sostenerla por más tiempo.

-Responde… No seas cobarde..

Genial, mi punto débil. Dio justo en el clavo. Orgullo.

-Porque…

-¡Mírame a los ojos! –me sorprende al gritarme, entonces le devuelvo la contestación, sin siquiera pensarlo, valiéndome una reverenda…

-¡Porque YO te amo! –grito tan fuerte que seguro me escucharon a cientos de kilómetros. Me mira sorprendido, luego endurece la mirada y trata de apartarme de nuevo.

-Mientes.. –su voz es dura.

-No es cierto…

No es capaz de mirarme a los ojos, hace ademan de levantarse, entonces cuando me toma el impulso y lo beso. Beso sus labios, por un momento no sabe qué hacer, entonces… poco a poco me devuelve el beso, me envuelve entre sus brazos así como yo me aferro a él; paso mis dedos entre sus cabellos y lo pego más a mi, para sentirlo más cerca..

-No… no me dejes nunca… -me dice en un susurró, siento de nuevo sus lágrimas caer.

-Jamás…

By: Tsuki-chan
(Lunatica)

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